Artículo de opinión de Antonio Blanco
El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife sigue recaudando dinero. Cada año aumenta la partida monetaria derivada de los ingresos que tienen su origen en los impuestos que todos los vecinos del municipio abonamos cada anualidad. Y eso es bueno, las finanzas públicas locales deben gozar de buena salud porque unas instituciones hipotecadas y deficitarias son una bomba de relojería para las demandas sociales y de empleo ya que son, siempre, las partidas más sacrificadas en épocas de escasez.
La falta de equilibrio entre ingresos y gastos en el que han incurrido de forma generalizada y sistemática en el pasado las administraciones locales, ha conllevado a que se tuviera que aplicar una regla de tope de gasto para asegurar la higiene financiera de estas entidades.
Pero esa regla, necesaria como se ha visto, produce en algunos gobiernos municipales la extraña consideración de que hay que seguir ingresando dinero de los contribuyentes aunque los gastos no puedan incrementarse en la misma proporción.
Santa Cruz es uno de esos ejemplos en los que la bonanza financiera del consistorio no se traslada en la rebaja de la presión fiscal a los ciudadanos. En esta ciudad cualquier rebaja impositiva se ciñe a aplicar descuentos a los tipos ya existentes y no a rebajar esos tipos en sentido estricto. Y ello hace que esos descuentos se apliquen a unos colectivos pero no a la generalidad de los sujetos pasivos.
Y la pregunta que se hace el vecino es la del porqué de ese afán recaudatorio desmedido. Debido a la dificultad de desviar dinero entre las diferentes partidas presupuestarias, podemos afirmar o que hay una falta evidente de rigor en la elaboración de los presupuestos, o no hay previsión en la planificación de gastos, o se quiere únicamente “sacar pecho” con datos positivos huecos y sin destino.
Es indudable que aún estamos sufriendo los efectos de la terrible época de crisis que hemos padecido en los años anteriores. Las familias todavía necesitan oxígeno para sus finanzas particulares y las administraciones públicas deben cuadrar cuentas sin asfixiar a los ciudadanos.
Hay que trasladar a los vecinos la bonanza de las cuentas públicas porque contribuir al sostenimiento del erario público es una obligación pero también una corresponsabilidad ética que exige un “feedback” por parte de las autoridades financieras del municipio.
La sociedad requiere menos autosatisfacción por parte del gobierno municipal y más sensibilidad hacia las necesidades presupuestarias de los ciudadanos.
Sería muy positivo que en el resumen de las finanzas del 2017, el concejal de Hacienda, pudiera decir que no se ha ingresado más dinero que en el 2016 por la vía de los impuestos municipales pero que el presupuesto se ha podido cumplir íntegramente. Esa si sería una buena noticia.
*Antonio Blanco es concejal de Ciudadanos (Cs) en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife