Artículo de opinión de Teresa Berástegui.
El Ayuntamiento de La Laguna está colapsado desde antes de las elecciones municipales. Los motivos son varios, pero el más reseñable es la confrontación continua entre algunas de las formaciones que componen el consistorio, que se esfuerzan con denuedo en hurgar en posibles desvíos ajenos ignorando la viga clavada en ojo propio.
El concepto de “juego político” es una aberración cromática, puesto que no se trata de una diversión infantiloide, ni de un deporte lúdico para satisfacción personal del practicante. Desde dentro, la única percepción que debe valorarse es el espíritu de servicio mediante la aplicación de un código ético exento de intereses individuales. Principio válido para todos los colores que pueden y deben fusionarse en pinceladas limpias para componer una obra práctica y realista, con sentido común; no un impresentable cuadro abstracto a base de brocha barata.
El aglutinante de las voluntades positivas que coordine la estructura de equipo tiene un nombre propio: Lealtad. En primer lugar, para con los ciudadanos, a quienes se debe el respeto y la dedicación que merecen. Después, lealtad con los compañeros de partido, donde las afinidades ideológicas sustancien un programa de obligado cumplimiento, presentado al pueblo como un currículum. E imprescindible, ser leales con las demás formaciones y exigirles la justa correspondencia para, entre todos y sin fisuras, lograr una gestión colectiva eficiente, plena de buena fe y entregada al servicio público.
Hasta aquí la teoría, que no utopía. Y ahora, un análisis de la realidad actual de nuestro ayuntamiento. Ante la situación crítica en la parcela económica, con importantes cantidades pendientes de satisfacer, se requiere, sin dudas ni vacilaciones, la actuación de la corporación en su totalidad, en el sentido de aglutinar esfuerzos, ideas y participación comunitaria en la búsqueda urgente de soluciones racionales, limpias y transparentes al grave problema planteado. Es evidente que nadie puede fallar ante tan vital objetivo.
Como trascendente y perentorio es resolver la parálisis administrativa que llevamos arrastrando desde hace medio año. El conflicto de los pactos, la espesura de las negociaciones entre partidos, las injerencias externas al propio ayuntamiento, impugnaciones sin sentido que retrasaron la configuración corporativa… y para colmo, ataques personales sin otro objetivo que intentar hacer daño a un supuesto adversario político que solo pretende acercar posturas en beneficio de una población abandonada por sus ediles municipales.
Ya está bien de asechanzas y traiciones subliminales que desgastan energías que debieran aplicarse en favor del pueblo. Es un esfuerzo tan indigno como baldío, pues al final, cada uno termina donde se merece.
Por otra parte, quienes nos desesperamos por cumplir con nuestros principios morales, en forma de trabajo y dedicación al ciudadano, nos vemos también debilitados por la necesidad de emplear atención y tiempo en defendernos de quienes nos atacan, de cara o por lo bajo. Todo ello redunda en perjuicio de nuestros votantes, los míos y los demás, que depositaron su confianza en las urnas y hoy se sienten defraudados por el incumplimiento de muchas promesas.
Expuesto el problema, procede la solución. Es la que figura en el título: “Todos a trabajar; cada uno en lo suyo; buena fe y lealtad en la convivencia política; y sotiérrense puñales, hachas de guerra y navajas que solo hieren la mano torpe de quien las empuña por el filo”.
Teresa Berástegui Guigou es concejal de Ciudadanos (C´s) en el Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna y coordinadora de la agrupación municipal.