Poco más de tres años llevo militando en una formación política y dos años y medio como concejal en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Siempre he pensado que la política debe ser algo temporal, que no se debe convertir en profesión y que hay que saber cuándo parar y este tiempo que llevo en política activa me he reafirmado en esto. Se debe estar en política como fin para prestar un servicio a la sociedad y nunca como beneficio propio.
Cuando se utiliza la política como beneficio propio nunca se quiere parar. Haces lo que sea para seguir manteniéndote, incluso cuando llega el momento en el que empiezas a descender en la escalera de este ciclo; cuando ya no te preocupa el cumplir lo prometido en el programa electoral; cuando ya no te importa mentir a quienes te han votado; cuando decides que si te vas, lo harás con los bolsillos llenos.
Cualquier persona que comienza a interesarse por la política puede afiliarse a un partido. A partir de este momento, existen dos opciones diferentes: colaborar de forma anónima o participar de forma activa, ocupando cargos orgánicos o por designación. Los hay, como en mi caso, que deciden dar un paso adelante y presentarse en una candidatura, someterte a la decisión de los ciudadanos y optar a dirigir una administración pública. Si se llega el caso de salir elegido, te podrás mantener mientras, bajo mi punto de vista, realices una buena gestión, cumplas con el programa electoral, mantengas en todo momento una transparencia y fomentes la participación, especialmente si eres una persona honesta y con un alto concepto del deber y la responsabilidad.
Pero, desgraciadamente, esto no siempre es así. Algunos políticos realizan un programa electoral sin una base de proyecto de ciudad, isla o autonomía, que no saben si pueden cumplir. Utilizan la política como profesión y no aportan ninguna experiencia previa a su designación. Una vez que llegan al poder, improvisan con el dinero público, no priorizan las necesidades de inversión, buscan el proyecto faraónico por el que quieren ser recordados, sin tener en cuenta que al ciudadano le preocupa más su día a día (empleo, educación, sanidad, necesidades básicas cubiertas…) y comienzan a darse cuenta de la imposibilidad de cumplir sus promesas electorales.
Y, ¿qué hacen entonces? Mentir. Y a la mentira se acostumbran con tanta facilidad que, si en un principio se mentía con cierto pudor y vergüenza, llega un momento en que ya todo da igual, porque el único fin es mantenerse a cualquier precio, pagar los favores que le han llevado a donde está. Y ya se imaginan ustedes cómo pueden terminar: sumidos en las corruptelas y el capitalismo de amiguetes.
Lo sé, llamarlo ciclo no parece muy correcto, porque no se vuelve a un partido como afiliado de base si, llegado el caso, terminas en la cárcel por corrupción. Pero es la palabra que mejor define lo que hoy quiero expresar. Y si algún político se siente aludido o identificado con este ciclo de vida, ya le digo que sí: tienes razón, va por ti.
*Beatriz Correas es portavoz municipal de Ciudadanos (Cs) en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria